Este 23 de abril, Badalona ha vuelto a vestirse de cultura, romanticismo y mentira piadosa. Las calles se han llenado de gente con una rosa en una mano y un libro en la otra, aparentando una pasión por la lectura que misteriosamente desaparece el resto del año, justo cuando hay que leer algo más largo que un pie de foto.
Desde Montigalà hasta el Raval, pasando por la Rambla y el Progrés, el espíritu de Sant Jordi ha invadido la ciudad. Miles de rosas han cambiado de manos como símbolo de amor verdadero, afecto familiar, compromiso laboral o simplemente para evitar dormir en el sofá por segundo día consecutivo.
“Cada año le regalo una rosa a mi pareja. No porque crea en la tradición, sino porque el año que no lo hice me tocó ver tres capítulos de La isla de las tentaciones en el comedor”, confiesa un vecino de Bufalà, mientras busca una flor “que no parezca de gasolinera pero tampoco muy cara, que la hipoteca no se paga sola”.
En paralelo, las librerías de Badalona han hecho su agosto en abril, vendiendo ejemplares de autores que nadie sabe pronunciar pero quedan de lujo en Instagram. Las ventas de novelas que empiezan por “El arte de…” y “Cómo ser…” han explotado, mientras los clásicos siguen intactos en sus estanterías, esperando el día en que alguien realmente los lea y no solo los cite en una story con filtro vintage.
En el marco floral, la fiebre de la rosa ha llegado a tal nivel que algunos floristas han empezado a venderlas con instrucciones de “mantenimiento emocional”: regar una vez, olvidar después, tirar discretamente cuando empiece a oler raro.
En resumen, Badalona ha demostrado una vez más que Sant Jordi es esa jornada mágica donde todos leen, todos aman y todos regalan… aunque solo sea por pura supervivencia doméstica.