El maestro del crimen narrado con voz de hipnosis, Carles Porta, ha tenido que abandonar el rodaje de su serie 33 dies en el barrio de Sistrells después de una experiencia que ni el mejor guionista de thriller podría prever: los actores parecían sospechosos, y los sospechosos, extras de lujo.
Todo empezó con normalidad: cámaras, claquetas, y vecinos sacando la silla plegable para ver el espectáculo. Pero al tercer día, Porta ya no sabía si estaba dirigiendo una escena de ficción o tomando testimonio para un nuevo capítulo de Crims. “Es que uno de los figurantes conocía demasiado bien la mecánica de estrangular con cable USB. Sospechoso, ¿no?”, declaró visiblemente alterado.
El momento cumbre fue cuando uno de los actores improvisó una huida tras un falso robo… y desapareció del set con dos mochilas y un micro de solapa. “Era muy realista, sí”, dijo el regidor, “hasta que descubrimos que se había llevado la cartera de verdad de la script”.
Tras varios malentendidos con los Mossos, dos identificaciones por error y un interrogatorio al chófer de producción, Porta decidió parar máquinas. “Yo venía a inventar crímenes, no a documentarlos en directo. En Badalona, el reparto viene con antecedentes y la trama se escribe sola”.
Atresmedia ha suspendido temporalmente la producción, aunque no descarta reconvertir el material grabado en una nueva docuserie: Sistrells: entre ficció i fets delictius.
Mientras tanto, los vecinos del barrio celebran la noticia.* “Al menos hoy no nos han cortado la calle para grabar una escena. Solo para levantar un cadáver. Como siempre”,* comenta con resignación una vecina con bata y cigarro.