Badalona lo ha vuelto a hacer. El Dimoni de 2025, que debería ser el exorcismo anual de todo lo que odiamos, se ha transformado en una tragicomedia conceptual que ni los organizadores entienden del todo. Este año, el fuego —tradicional símbolo de destrucción y purificación— ha decidido enfrentarse al agua de la DANA… pero ha terminado abrasando lo único que funcionaba: las ayudas y el voluntariado.
El Ayuntamiento, en un arranque de brillantez incomprendida (y probablemente no revisada por nadie con sentido del humor), ha presentado un Dimoni solidario. Un héroe anónimo de las riadas de València, convertido ahora en efigie condenada a las llamas. ¿El mensaje? Oscuro y confuso: parece que en lugar de quemar a los responsables de la mala gestión, quieren asar al único que puso soluciones.
“Esto es como si en Fallas quemaran a los bomberos”, comenta un vecino entre indignado y resignado. “¿A quién se le ocurre? Albiol ha conseguido que el Dimoni sea una oda a la confusión y a la falta de huevos.”
Mientras tanto, Carlos Mazón, president de la Generalitat Valenciana y profesional de la supervivencia política, sigue sin dimitir ni aunque lo metan en una hoguera con gasolina. Para muchos badaloneses, el auténtico Dimoni que debería arder lleva corbata y sigue firmando recortes con una sonrisa.
La sátira ha muerto. Larga vida a la mediocridad.