En una ciudad donde los pasos de cebra ya eran meras leyendas urbanas —borrosos, parcheados o directamente extinguidos—, el Ayuntamiento de Badalona ha decidido ir un paso (de cebra) más allá: eliminar cualquier tipo de pintura, para no “contaminar visualmente la experiencia peatonal”.
La medida, impulsada por el departamento de Movilidad Imaginaria, forma parte del plan “Badalona Ciudad 2050 (si llegamos vivos)”, que también incluye semáforos que funcionan con intuición colectiva y carriles bici que desaparecen si los miras fijamente.
“La idea es simple: si ya cruzabas sin ver el paso de cebra, ahora lo harás sabiendo que nunca existió”, explica la concejala de Urbanismo Etéreo. “Esto empodera al peatón, lo convierte en protagonista de su propia supervivencia”.
Desde que se puso en marcha el plan piloto, los datos muestran una realidad… vibrante: 32 peatones confundidos, 14 frenazos, 3 atropellos leves y un turista alemán que aún sigue de pie esperando “a que aparezca el paso por arte de magia”.
Varios vecinos han reaccionado con entusiasmo forzado. “Esto es Badalona, aquí ya cruzábamos por fe, ahora al menos tenemos una excusa espiritual”, comenta Mari Carmen, vecina del Raval, mientras sortea un paso “intuitivo” frente al Mercadona.
Desde el consistorio se insiste en que no es una dejadez estructural, sino una “apuesta estética”*. Una que convierte la ciudad en un escape room sin salida clara, pero con mucha adrenalina.